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14 oct 2017

A mí

Quizá no me entiendas cuando te digo que estoy en un punto de inflexión, que tiendo al infinito amargo cuando toco con los dedos el mismo miedo de siempre.
Que todo ese caparazón se rompe en mil pedazos y lo sabes pero no lo quieres aceptar porque la debilidad no es un espejo en el que reflejarse cada mañana, que hay más inseguridades de las que te gustaría y las maquillas con seguridades todos los días. Todo estalla y estás más débil que nunca.
Malditas apariencias y correcciones y ápices de lo que deberíamos ser mientras pensamos en la mejor forma de dejar de serlo y comenzar a ser...

Y es que estás hecha un lío, te da miedo el invierno y que las flores se vayan sin avisar. Y lleguen los días tristes, los días grises. Claro que no estamos seguros, ni queremos estarlo. Somos nuestra peor pesadilla, nuestro peor enemigo. Maldita cabeza la tuya, la mía.
Es invierno en septiembre pero el calor esboza una sonrisa de amargura en la cara de esos ilusos que no queremos la marcha de la felicidad en forma de sol pero la aceptamos. Nos duela lo que nos duela. Las decisiones de unos marcando la vida de otras vidas, no hay nada más triste y nos rodeamos de ello. Y aquí estás, como cada otoño con las hojas de tinta por el suelo haciendo competencia al follaje caído, aún sin caer.
Lo mismo de siempre.

La soledad en un empedrado amargo de adoquines que resbalan con la lluvia que es la amistad enmascarada que te rodea. Siempre amarga, siempre vacía. Qué ilusa las palabras y qué vacío su significado. Que ojalá sentir fuera algo pasajero y las historias que no deseamos vivir fueran como una estación de tren. Tú decides qué coger, el momento exacto y el destino. Las despedidas son una cuchilla cuando el que huye no eres tú, y sin embargo la vida te pone ante cientos de ellas. Quedándote sin balas en la recamara del sístole y diástole. Y hasta en eso estamos confundidos, la química envolviendo toda esta ansiedad, todo el pasado que es el llanto del futuro si no hemos aprendido a asimilar el presente.

Que sólo sé echar de menos. A mí, a ti... pero sobre todo a mí, siendo...
Siendo  yo.



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