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16 dic 2017

Ciclogénesis nocturna

Me da rabia el paso del tiempo, el olvido de la chispa que encendió aquel fuego.
Ya no sé como desaparecerme y me quedo quieta, aunque sé como actuar.

El desarraigo emocional nos ahoga en un aura de amarga miel entre los labios. Y qué pena que un alma tan llena, se ahogue en otra tan vacía.  No sé, quizá vivir en el desasosiego tampoco está tan mal.

Dime si te merece la pena tanto sufrimiento, tanta fragilidad que sostiene tu cuerpo e irrumpe el frío de esa habitación aún sin decorar. Que no existe mejor momento que el dejarse llevar. Que ya vendrán las condicionales con su vara de agitar inquietudes pasadas. Ya vendrán, o no.
Que quien no arriesga, no gana aunque a las entrañas rotas, todas esas palabras, les resbalen de forma viscosa sobre su caparazón. Y qué.
Somos anti héroes, llenos de cobardía y de agujeros de balas perdidas entre tantas cicatrices.
Que no hay más ciego que el que no quiere ver. Y cuándo te vas a quitar la venda del león amargo y vacío. La belleza exquisita no lo es todo, pura fachada. Mas que cigarros perfectamente liados en el fondo del pozo.
Y si no vamos a jugar, dime de dónde saco la melancolía que calienta mis días.

Se duermen los duendes bajo tu melena, agonizando un puzzle de piezas sin completar que se han ido quedando por el camino.
Suéltate el pelo y lánzate, no te puedo prometer nada pero aquí las estrellas arden de una forma tan lasciva que si nos llegáramos a rozar, nos reduciríamos en ascuas. Qué es la vida sin riesgos.
Ven que te entienda y comprenda cada una de esas profundidades.

No hay tormenta que no entienda a otra y yo, he tornado junto a un remolino.
Demasiadas veces.


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